¿Dónde está la Resistencia?
Recuerdo bien la reacción de quienes no querían a Donald Trump ni en pintura cuando salió elegido presidente por primera vez. Y la recuerdo bien porque de aquella vivía en Nueva York. El resumen podría ser: resistencia, resistencia, resistencia. O, mejor dicho, Resistencia. Con erre mayúscula. Tras el mazazo inicial, la gente comenzó a organizarse. Hubo quien salió a tomar la calle –la Marcha de las Mujeres logró reunir a medio millón de personas solo en Washington– y hubo quien dedicó más horas de las que tiene el día al activismo político. En ese frente había dos metas: las llamadas elecciones de medio mandato o midterms –cuando se renueva la Cámara de Representantes y un tercio del Senado– del 2018 y las presidenciales del 2020. Es vital –decían los activistas– golpear al Partido Republicano no solo en la segunda cita con las urnas sino también en la primera. Deben ver –añadían– que la sociedad no está de su parte. En paralelo, el Partido Demócrata se puso a buscar la manera de cercar legalmente a Trump acariciando, incluso, la posibilidad de obligarle a dimitir. Había, en otras palabras, energía. Una energía apabullante. Si los trumpistas convencidos sentían que había llegado el ansiado punto de inflexión, el momento de recuperar el país, sus opositores no se quedaban atrás. Entraron, ellos también, en modo cruzada. Parafraseando al historiador Anton Jäger, fueron años de «hiperpolítica». Es decir: años en los que la política se apoderó del discurso público, años en los que todos buscaban en cualquier esquina una lucha entre el bien –lo que yo defiendo– y el mal –lo que tú defiendes– y años en los que el mundo de la cultura se convirtió en un auténtico polvorín. La pregunta, ahora que Trump acaba de volver al poder y teniendo en cuenta que llega más fuerte que nunca, es dónde está toda esa gente que juró plantar batalla entonces. Los titulares se suceden como se sucedían a comienzos del 2017. Que si Trump ha hecho esto, que si Trump ha dicho esto otro, etcétera. Sin embargo en la bancada contraria, gobernada en su día por la ira y el afilamiento de cuchillo, ahora cunde la resignación, la apatía y la desesperanza. ¿Por qué? Pues según Jäger porque durante los años de la hiperpolítica hubo mucho grito, mucho insulto y mucho aspaviento, sí, pero muy poco sentimiento de pertenencia a organizaciones sólidas, bien armadas, como las que lograron cambiar unas cuantas cosas durante los periodos de protesta y lucha que afloraron a lo largo del siglo XX. «La izquierda ni siquiera ha estado interesada en las medidas concretas propuestas por Joe Biden relacionadas con la política industrial o con el dinero que quería destinar a mejorar las infraestructuras del país», cuenta. Dicho de otro modo: la pulsión anti-Trump fue eminentemente moral. Y eso, por lo visto, tiene tirón, aguante y alcance solo hasta cierto punto.
Las siempre interesantes reflexiones de Jäger, aliñadas con grandes dosis de contexto histórico, se encuentran en el artículo que el periodista Ross Barkan ha escrito para la New York Times Magazine. Quien quiera leerlo puede hacerlo (en inglés) pinchando aquí.
Kiev vuelve a cargar contra la oposición rusa
He aquí una historia curiosa: el medio independiente ruso Meduza, radicalmente contrario al Kremlin y considerado parte del entramado opositor a Vladímir Putin, acaba de ser duramente criticado por las autoridades de Kiev a raíz de utilizar la foto de un hombre ucraniano velando a varios familiares muertos en un bombardeo. Dicha foto se enmarca dentro de un vídeo promocional pensado para recaudar fondos; un vídeo en el que se ataca al Gobierno ruso acusándole de belicista, censor y de acallar voces críticas recurriendo a todo tipo de artimañas, incluyendo el envenenamiento. No obstante, el Ministerio de Asuntos Exteriores ucraniano ha emitido un comunicado diciendo que «explotar nuestra tragedia para despertar simpatía por los rusos es una auténtica vergüenza». Una alusión al intento de recaudar fondos –«despertar simpatía»– por parte de Meduza, un proyecto periodístico que por muy contrario al Kremlin que sea sigue siendo ruso. Y sigue estando gestionado por rusos, claro. Digo que la historia es curiosa porque lo normal sería pensar que entre los ucranianos y la oposición rusa reina la máxima del enemigo de mi enemigo es mi amigo. Pero no. Como ya se puso de manifiesto cuando la revista The New Yorker –que simpatiza con Kiev– plasmó en una de sus portadas un retrato conmemorativo del opositor Alexei Navalni, la mayoría de ucranianos no quiere saber nada de esa gente. ¿Por qué? Pues por una cuestión de nacionalismo, básicamente. De nacionalismo ucraniano y de nacionalismo ruso, ojo, ya que una parte sustancial de la oposición interna a Putin está en su contra por razones caseras. Por su autoritarismo y por cómo gobierna el país, principalmente. No se opone, en fin, a los postulados nacionalistas que mueven el Kremlin y cuando lo hace –sostienen los ucranianos– es por mero pragmatismo. Para intentar debilitarle. Estas cosas no suelen llegar a nuestro rincón de Europa, pero nunca está de más conocer las dinámicas que mueven el oriente continental. Por lo que pueda seguir pasando allí.
El vídeo promocional de Meduza, junto al comunicado que explica su razón de ser, se puede ver (en inglés) aquí. En cuanto a la reacción ucraniana, el Kyiv Independent ha recopilado las declaraciones pertinentes; se pueden leer (en inglés) aquí.
Los chinos continúan preparándose para la guerra
China está construyendo un complejo militar en la periferia de Pekín que, cuando esté terminado, será diez veces más grande que el Pentágono. La información parte de los servicios secretos estadounidenses, pero ha sido corroborada por el Financial Times gracias a varias imágenes obtenidas por satélite. Según esas mismas fotos, el complejo podría incluir varios búnkeres para proteger a los líderes chinos en caso de guerra nuclear. Al parecer, las obras habrían comenzado hace tan solo unos meses. No obstante, la iniciativa cuadra con las noticias que dicen que el Ejército Popular de Liberación –el nombre oficial de las fuerzas armadas chinas– está aumentando y modernizando su arsenal. De telón de fondo se encuentra, claro, el affaire taiwanés. La isla independiente que obsesiona a las élites del Partido Comunista Chino. «Si se confirman las sospechas, esta construcción enfatiza la intención de Pekín de construir no solo una fuerza militar convencional de primer orden sino también una preparada para el combate nuclear”, le comentaba a los periodistas del diario británico Dennis Wilder, quien llegó a ser el jefe de los analistas dedicados a China dentro de la CIA.
La exclusiva del Financial Times, junto con las imágenes sacadas vía satélite, se puede consultar (en inglés) aquí.
El ‘no’ de los países árabes a los palestinos de Gaza
¿Por qué Egipto y Jordania no se hacen cargo de los palestinos de Gaza y los acogen? Esa ha sido una de las sugerencias lanzadas por Donald Trump para tratar de sellar, durante un tiempo al menos, el conflicto entre Israel y Palestina. La respuesta de los egipcios, de los jordanos y del mundo árabe, en general, ha sido que ni hablar. Oficialmente su negativa se sostiene sobre un argumento basado en los principios: vaciando Gaza de palestinos la posibilidad de que exista un Estado palestino en algún momento del futuro pierde la poca fuerza que le queda. Sin embargo, quienes conocen bien esa parte del mundo saben que, extraoficialmente, la razón detrás del ‘no’ bebe del pragmatismo más elemental. Y es que hacerse cargo de más refugiados palestinos –actualmente suman unos seis millones repartidos entre Egipto, Jordania, Líbano y Siria– puede traer unos cuantos problemas. Para empezar, las sociedades receptoras no nadan precisamente en la abundancia. Así que integrarlos es difícil y, consecuentemente, podría generar tensiones con la población autóctona. Luego está el activismo político. Muchos de los palestinos desplazados buscan pasar página y no andar en historias, pero también hay gente cuyo radicalismo ha ganado enteros y se dedica a planear –y ejecutar– movimientos y operaciones contra Israel desde esos lugares… o contra los gobernantes de esos mismos lugares si perciben que no hacen lo suficiente por la causa (viene a la mente el asesinato de Abdalá I, rey de Jordania, en 1951). En resumidas cuentas: las consecuencias de ese activismo no suelen compensar a nadie.
Emma Brown, Michael Amon y Joanna Sugden, periodistas del Wall Street Journal, han publicado un buen reportaje explicando las tensiones entre el pueblo palestino y el resto del mundo árabe desde 1948. Se puede leer (en inglés) aquí.
31 Minutes With… Chris VanSant
Chris VanSant se unió a las fuerzas armadas estadounidenses nada más alcanzar la mayoría de edad, a mediados de los noventa, animado por las historias que su abuelo contaba sobre la Segunda Guerra Mundial. Tras enrolarse en los Rangers y pasar una temporada en una unidad paracaidista, la 82ª División Aerotransportada, VanSant entró a formar parte de uno de esos grupos medio secretos considerados «la élite dentro de la élite»: Delta Force. Como acababa de ocurrir lo de las Torres Gemelas, nada más superar el periodo de entrenamiento fue enviado a dar batalla en Afganistán. De ahí pasó a Irak, donde estuvo involucrado en varias misiones de alto nivel como la localización y captura de Sadam Hussein, antes de finalizar su carrera realizando misiones en los puntos más calientes de África. Dos décadas calzando uniforme y más de 600 misiones de combate, en total. Después vino lo que tantas veces viene en estos casos: depresión, alcoholismo, drogadicción… y un intento de suicidio. De todos los antiguos miembros de las fuerzas especiales que de un tiempo a esta parte se dedican a dar entrevistas, VanSant destaca por tres cosas: su capacidad de introspección, su humildad –poco habitual entre los de su clase– y el hecho de haber pertenecido a una unidad particularmente hermética cuyos integrantes, a diferencia de los archiconocidos y mediáticos Navy SEALs, rara vez hablan en público.
Quien tenga interés por conocer su historia, sus estragos y su recuperación puede echar un ojo a la entrevista que le ha hecho (en inglés) la productora británica LADbible pinchando aquí.