Canadá propone un nuevo orden mundial
Tras siglo y medio de cooperación en todos los frentes imaginables –económico, militar, geopolítico– y tras haber afrontado junto a sus vecinos del sur dos guerras mundiales, la Gran Depresión, la Guerra Fría y la llamada ‘Guerra contra el Terror’ desatada aquel 11 de septiembre los canadienses han dicho basta. A través de un discurso dirigido a sus cuarenta y pico millones de compatriotas el primer ministro del país, Mark Carney, ha comunicado que la buena sintonía con Washington es cosa del pasado. He aquí una parte del mismo: «La relación que teníamos con Estados Unidos, basada en la integración económica y en una estrecha colaboración en materia de seguridad, ha concluido». Y aquí otra: «Ahora debemos volver a diseñar nuestra estrategia económica y asegurarnos de que Canadá pueda prosperar en un mundo radicalmente diferente». Más allá del tono empleado –inédito– y del contenido del mensaje –ídem– cabe destacar que la oposición, liderada por el Partido Conservador, no ha criticado las palabras de Carney. Lo cual indica que van todos a una. Las razones que han llevado a los canadienses –gente con fama de tranquila y empática– a decir hasta aquí hemos llegado se resumen en dos. En primer lugar, la retórica de Donald Trump. Lo de llevar meses acusando a Canadá de ser una nación de gorrones mientras acaricia públicamente la idea de anexionársela, etcétera. En segundo lugar, y sobre todo, la cuestión de los famosos aranceles. Aunque lo que anuncia Trump y lo que termina haciendo Trump no siempre coincide, a día de hoy el sistema arancelario diseñado para Canadá consiste en un gravamen general del 25% a todos sus bienes –incluido el acero, el aluminio y los automóviles– excepto los que ya contemplaba la última versión del tratado de libre comercio norteamericano. Lo que busca Trump con los aranceles a Canadá, y con los aranceles en general, es que toda una serie de bienes se empiecen a producir –o se vuelvan a producir– dentro de Estados Unidos. Algo que muchos economistas dudan que pueda conseguir sin llevarse por delante la economía nacional, parte de la global y la mayoría de sus alianzas. Precisamente, durante su discurso Carney ha dejado claro que la situación actual es «una tragedia» y que «la nueva realidad» obliga a Canadá no solo a renegociar los acuerdos que todavía mantiene con Estados Unidos sino también a liderar la creación de un nuevo orden mundial al margen de Washington en compañía de países con ideas afines. De hecho, Carney acaba de pagar visita al Reino Unido y a Francia, acaba de mantener conversaciones telefónicas con los líderes de México y Alemania, ha firmado recientemente un acuerdo con Australia en materia de Defensa y su ministra de Asuntos Exteriores, Mélanie Joly, acaba de regresar de Bruselas.
A este lado del Atlántico no se habla mucho de Canadá, cierto, pero en Estados Unidos es la relación que más preocupa. Y con diferencia. El corresponsal de la revista Politico al norte de esa frontera, Mike Blanchfield, acaba de publicar un estado de la cuestión de lo más ilustrativo. Se puede consultar (en inglés) aquí.
El viaje secreto de un alto funcionario taiwanés a Washington
En estos momentos Joseph Wu es, probablemente, el funcionario más importante de Taiwán. Por una razón muy sencilla: él es quien está a cargo de la seguridad nacional. En otras palabras: Wu es el taiwanés que mejor conoce a los chinos. Y si no lo es debería serlo porque de ese conocimiento puede depender la independencia de su país. El caso es que Wu acaba de aterrizar en Washington para mantener una serie de conversaciones secretas con personas muy próximas a Trump que versarán, casi con total certeza, sobre la creciente presión militar que China ejerce sobre Taiwán. Y es que las fuerzas armadas del gigante asiático están realizando maniobras cada vez más agresivas alrededor de la isla. Tan es así que en febrero el jefe de la delegación militar estadounidense en la zona del Indo-Pacífico, un almirante llamado Samuel Paparo, advirtió que esas maniobras no eran ejercicios sino ensayos. «Ensayos para la unificación forzada de Taiwán», sentenció. Como era de esperar, ni la Casa Blanca ni la delegación diplomática taiwanesa en Washington han salido a confirmar o desmentir la visita de Wu. No obstante, hay dos datos estrechamente relacionados muy interesantes al respecto: su último viaje a la capital de Estados Unidos fue en agosto del 2024 y, por lo tanto, este es su primer encuentro con la élite gubernamental norteamericana desde que Trump regresó al poder.
La exclusiva del viaje corresponde al Financial Times, cuyo especialista en las relaciones entre China y Estados Unidos suele ser una de las personas mejor informadas en todo lo que tiene que ver con la diplomacia taiwanesa. Su pieza se puede leer (en inglés) aquí.
Nubes de tormenta sobre Bosnia
Pese a lo que algunos piensan Milorad Dodik, el presidente de la República Srpska, una región semiautónoma de Bosnia y Herzegovina donde la mayoría de los habitantes son de origen serbio, no jugó un papel relevante durante el gran conflicto balcánico de los años noventa. El que desembocó en la desintegración de Yugoslavia. Digo «pese a lo que algunos piensan» porque Dodik da el perfil: tiene edad suficiente –acaba de cumplir 66 años– como para haber estado envuelto en según qué historias y es ultranacionalista serbio. Su ascenso hacia el poder, empero, comenzó al terminar la contienda. No obstante, parece que se maneja bien en las alturas porque, según muchos expertos, lleva dos décadas siendo la figura política más influyente de Bosnia y Herzegovina. El problema es que sus intereses no están alineados con los del resto del país. Al contrario. Lo que busca es que la República Srpska sea todavía más autónoma de lo que es, según algunos, o que sea una entidad completamente independiente, según otros, o incluso –según los bosnios más pesimistas– que se convierta en un territorio más de Serbia. Opciones, todas ellas, que no se contemplan en la capital del país: Sarajevo. El caso es que hace unos meses Dodik sacó adelante, en la Asamblea Nacional de la República Srpska, varias medidas que fomentan la desconexión como, por ejemplo, una ley que impide ejecutar las sentencias del Tribunal Constitucional de Bosnia y Herzegovina dentro de su territorio o una ley que veta los decretos remitidos desde la capital. Razón por la cual –y aquí es donde las cosas empiezan a adquirir un tinte poco halagüeño– el pasado febrero un tribunal de Sarajevo condenó a Dodik a un año de cárcel y otros seis de inhabilitación para ocupar la presidencia de la República Srpska. Además, Dodik también está siendo investigado por redactar una nueva Constitución que establece unas fuerzas armadas propias, controles fronterizos separados e, incluso, agencias de inteligencia independientes de Sarajevo. Todo un órdago al orden constitucional del país. Como era de esperar, Dodik no se ha limitado a recurrir la sentencia que le han cascado sino que ha aprovechado la misma para espolear las tensiones étnicas en una zona del mundo, los Balcanes, donde tirar por ese camino no suele terminar bien. Y, para empeorar todo aún más, resulta que la persona encargada de que Dodik cumpla lo que dicen los jueces es un político alemán llamado Christian Schmidt, que es quien dirige la Oficina del Alto Representante para Bosnia y Herzegovina. Una entidad creada por la comunidad internacional tras la Guerra de los Balcanes que desde 1997 tiene la capacidad de imponer leyes, despedir políticos y tomar decisiones vinculantes sin ningún procedimiento detrás. O sea: el encargado de meter en vereda a Dodik, o a quien se tercie, es un político extranjero puesto ahí por la comunidad internacional. Alguien, en fin, que no ha sido elegido por las gentes de Bosnia y Herzegovina y que, para más inri, no cuenta con personal que se encargue de que lo que dicta se haga realidad. Total: que las cosas parecen estar pasando de castaño oscuro en el corazón de los Balcanes y cada vez son más los analistas que advierten de ello.
Con todo lo que está pasando en el mundo, hay pocos periodistas prestando atención al polvorín balcánico. Álvaro Escalonilla, que trabaja en la sección Internacional de El Español, es uno de ellos. Tras hablar con varios expertos en la zona y con algún que otro político local, el pasado lunes ofreció a sus lectores un mosaico bastante completo en forma de reportaje donde también aborda la importancia de la cuestión diplomática. Pues Dodik se lleva muy bien con, entre otros, Vladímir Putin, Viktor Orbán y Aleksandar Vučić. Los líderes de Rusia, Hungría y Serbia, respectivamente. No está mal para ser un mandatario local. Quien tenga interés en saber más puede encontrar el texto de Escalonilla aquí.
Una fosa romana en la periferia de Viena
Ya sabemos qué es lo que encontraron el pasado otoño los trabajadores que estaban renovando un campo de fútbol en la periferia de Viena: una fosa común llena de huesos romanos anteriores al siglo IV. De restos de legionarios que murieron entre el año 80 y el año 234, concretamente y según la datación por radiocarbono llevada a cabo por los arqueólogos que están investigando el hallazgo. Un periodo que va desde el emperador Domiciano –de la dinastía Flavia– hasta el emperador Severo Alejandro –de la dinastía Severa– pasando, claro, por figuras de la talla de Trajano, Adriano, Cómodo –todos ellos de la dinastía Antonina– o Caracalla. Los expertos que se encuentran investigando el yacimiento atribuyen la fosa común a un «evento militar catastrófico»; presumiblemente uno en el que las tropas romanas se llevaron la peor parte en un enfrentamiento contra algún pueblo germánico natural de la región. En cualquier caso, un descubrimiento de estas características se considera extremadamente raro porque en aquellos años lo normal entre los romanos era incinerar a los muertos. No enterrarlos. «Más allá del aspecto militar, esta es una oportunidad absolutamente única para poder estudiar la vida de los soldados romanos comunes», ha dicho Michaela Binder, una antropóloga que también forma parte del equipo investigador. Es más: puede que este yacimiento ayude a comprender los orígenes de una ciudad, Viena, que en aquel periodo no pasaba de ser una guarnición militar a orillas del Danubio llamada Vindobona. Una de las teorías que se manejan al respecto dice que aquella derrota militar romana pudo haber propiciado la ampliación de la guarnición, primero, y su conversión en urbe unos cuantos años después.
La noticia del descubrimiento, declaraciones del equipo investigador incluidas, se encuentra en el portal en español de la revista National Geographic. Quien tenga curiosidad puede echar un ojo pinchando aquí.
Confidence Man with Maggie Haberman
Maggie Haberman está considerada una de las mejores corresponsales políticas de Estados Unidos. Y con razón. Tras forjarse en las redacciones del New York Post y del New York Daily News, dos escuelas muy a tener en cuenta porque allí se chapotea en puro barro, fue contratada por la revista Politico y de ahí saltó, en 2015, al New York Times. Que es donde sigue a día de hoy. Más allá de todos esos nombres propios y de la trayectoria ascendente que dibujan, una parte importante del prestigio periodístico de Haberman tiene que ver con una persona muy concreta: Donald Trump. Desde el comienzo de su primer mandato, hace casi diez años, son muchos los periodistas dedicados en cuerpo y alma a escribir sobre el empresario neoyorquino. Y Haberman no es una excepción. Pero no hay tantos que empezaran a escribir sobre él décadas antes de que se planteara siquiera presentarse a unas elecciones. Y ahí sí es una excepción. Resumiendo: Haberman lleva siguiendo (muy de cerca) la estela de Trump desde los noventa, cuando el Donald no era más que un magnate particularmente histriónico rodeado, eso sí, de unas cuantas amistades peligrosas. Todo esto viene a cuento porque hace un par de años Haberman se animó y decidió, por fin, escribir una biografía del actual presidente de Estados Unidos. Aunque fue de las últimas en llegar a las estanterías, Confidence Man –así se titula– es no obstante una de las más recomendadas dado que logra profundizar como pocas en la figura de Trump. Tal y como indicaba una de las reseñas que recibió la obra: «Este libro destaca más por la calidad de sus observaciones sobre el carácter de Trump que por las novedades noticiosas que aporta. Será una fuente fundamental a la que acudir cuando en el futuro alguien quiera analizar al presidente más desconcertante de la historia de Estados Unidos».
Sirva todo lo anterior como introducción antes de compartir el acto que Haberman protagonizó, a raíz del libro, en la New York Historical Society hace ahora un año. No llega a la media hora, pero sobra para bucear en la personalidad de Trump. Al estar en YouTube se puede ver (en inglés) pinchando aquí.